Terror/Sobrenatural.
Lo veo cada noche al dormir, vigilándome a lo lejos. Esperando el
momento adecuado para atacar. Mis amigos también lo han visto, lo
llamamos “el devorador de sueños”.
Viene
a por ti por las noches, se cuela en tus sueños y si dejas que te
atrape, nunca despertarás. Carlos fue el primero en encontrárselo
mientras cabalgaba en los campos verdes de su mundo onírico. Lo
seguía con la forma de un lobo. Su pelaje era tan negro como la
oscuridad misma, y sus fauces abiertas eran un abismo que iba directo
hacía las tinieblas. O así fue como él lo describió.
María
dijo algo distinto. Ella se encontraba en un bosque, sintiendo que una
gran mancha negra la seguía, devorando los árboles a su paso.
Aceleraba el paso cuando María lo hacía y se detenía cuando ella lo hacía, como un juego, solo que cada vez se acercaba más
y más.
Mi
sueño era muy diferente. Me encontraba en en un maizal y “el
devorador de sueños” era un espantapájaros. Su cuerpo clavado en
el suelo daba una sensación de seguridad, sabiendo que no podía
moverse de su sitio. Pero aún así lo hacía. Lo veías lejos, pero
luego te lo encontrabas de frente. Su cuerpo de paja cubierto por una
vieja y gastada camisa, se elevaba por encima del maíz. No tenía
rostro, su cabeza solo era un simple pedazo de tela roída y sucia
rellena con paja. El palo que formaba parte de su cuerpo estaba
encorvado, como si tratara de mirar hacia abajo. Varios cuervos se
posaban en los brazos extendidos y me miraban con sus ojos
brillantes, como perlas negras.
Traté
de huir, pero el maizal era como un laberinto infinito, no podía
encontrar la salida. Corrí con todas mis fuerzas. Miraba hacia atrás
y veía como aquel espantapájaros se mantenía en sus sitio, diciéndome que no importaba lo mucho que corriera, no iría a ningún
lado. Asustado, seguí huyendo hasta encontrarme con él de frente.
Desperté
justo antes de que cayera sobre mi. Les dije a mis padres lo que
había ocurrido, trataron de tranquilizarme diciendo
que solo era una pesadilla, nada más. Pero no era cierto, no era
simplemente un mal sueño. Era mucho más.
Al
salir de casa me encontré con los espantapájaros de la granja
donde vivía. Solitarios en los campos, a merced del viento y la
lluvia. Los miraba y sentía que ellos también hacían lo mismo.
Girando como girasoles para verme mejor, vigilando mis movimientos.
Era como si el sueño se hubiera vuelto realidad.
Ese
día supe que Carlos había muerto, un lobo lo había atacado. Y
María había desaparecido sin dejar rastro. Entró en el bosque y no
se supo nada más de ella. “EL devorador de sueños” se los había
llevado.
Todos estábamos asustados. Nunca le habíamos tenido tanto
miedo a la noche y mucho menos a dormir. Él vendría por nosotros,
uno a uno. sólo que no sabíamos quien sería el siguiente.
Cuando
volví a casa noté que no estaban los espantapájaros. Los habían
quitado o ellos mismos se habían ido. El sol empezaba a caer y los
últimos rayos iluminaban el cielo con un tono rojizo. Un escalofrío
recorrió mi espalda como un mal presentimiento y empecé a caminar más rápido. Mi casa
quedaba bastante lejos y sabía que llegaría bien entrada la noche.
Tenía la sensación de que alguien me seguía.
Divisé mi casa y empecé a correr, pero me detuve al encontrarme con
uno de los espantapájaros obstruyendo mi camino.
A
pesar de no tener ojos, me miraba fijamente. Me di la vuelta para
huir, pero otro de los espantapájaros bloqueaba mi vía de escape.
Desesperado, me adentré en el maizal y corrí sin rumbo,
perdiéndome.
Era “el devorador de sueños”, no tenía sentido
que apareciese en la vida real. Se suponía que si te atrapaba en tus
sueños nunca despertarías. Pero aquí estaba, huyendo de él en la
realidad.
Ya
era de noche y no podía ver nada. Me guiaba usando las manos,
esperando dejar de sentir hojas y tallos, así sabría que había
salido del campo. Apartaba desesperado las plantas, sintiendo que
nunca saldría de ahí. Entré en pánico y empecé a gritar,
pidiendo ayuda. Hasta que de repente sentí largo y delgado con la rugosidad de la madera. Trozos raídos de tela se movían con el viento y me
rozaban el rostro. Di unos pasos atrás, pero no pude moverme más de
ahí, mis piernas no respondían. Lentamente miré hacia arriba y
logre verlo a pesar que todo estaba en total oscuridad. Era justo
como el sueño, su rostro sin facciones me observaba, y sentí como un depredador mira a su presa. No pude apartar la mirada de él mientras se
abalanzaba sobre mi.
Lo
último logré escuchar fueron los graznidos descontrolados de los
cuervos.
Cuervo negro
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.