Mostrando entradas con la etiqueta terror. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta terror. Mostrar todas las entradas

Tocan la puerta

Terror

Toc... Toc... Toc.

Tocan tu puerta, y no es la primera vez que ocurre. Todas las noches a la misma hora, tu invitado desea entrar a tu habitación, llamando con aquella lenta pero insistente manera, hasta que repentinamente deja de hacerlo. Dejándote extrañado y un poco aterrado.

El día que te mudaste, te despertase sin saber que era ese sonido, pero tus instintos te pedían a gritos que no investigaras, que te quedaras acurrucado en tu cama y esperaras a que cesara el golpeteo.

Al principio no le diste importancia, solo era un ruido extraño en la casa. Por la mañana buscarías la causa del sonido, encontrarías una manera de acabar con la molestia ¡y listo! Problema resuelto.

Pero al día siguiente te diste cuenta de que no había nada en la casa o sus alrededores que causaran esos golpes.

¿Las ramas de un árbol? No había ninguno lo suficientemente cerca para causar esos sonidos.

¿Tal vez una tubería en mal estado? Tampoco, revisaste los planos de la casa. Ninguna tubería pasaba cerca de tu habitación.

¿Entonces que sería? La única explicación es alguna rata o cualquier otra plaga. Pero en tu interior, sabes que tampoco es eso.

Le das vueltas al asunto hasta que cansado, solo lo dejas estar.

Toc.. Toc... Toc.

Pero el ruido sigue ahí. Todas las noches, a la misma hora. Torturandote, volviendote loco. Gritas que pare, suplicando. Pero no te hace caso, solo sigue insistiendo.

Te enfadas, le insultas, te sientas en la cama con intenciones de levantarte, pero sólo llegas hasta ahí. Queriendo abrir la puerta, pero sin poder, debido al miedo de encontrarte con quién sabe qué.

Finalmente te vuelves a acostar y esperas a que el visitante (porque así decidiste llamarlo) se canse y se marche.

Toc... Toc... Toc... Toc.

Pero esta vez no se marcha, sigue pidiendo entrar. Un escalofrío recorre tu espalda. Empiezas a temblar.

«esta vez no se irá» piensas, y tu angustia crece.

¿Que querrá? ¿Porqué no te deja en paz? ¿¡Que demonios quiere!? ¿Que pasará si abres la puerta? Esas preguntas recorren tu cabeza. Si alguna vez tuviste sueño, eso quedó en el pasado. Ahora estás tan despierto como si fuera mediodía.

La oscuridad te sofoca, sientes que tiene vida propia y que todas las criaturas nocturnas están en tu habitación, vigilandote, acechando, esperando el momento justo para atacarte y arrastrarte a las oscuras tinieblas de donde provienen, donde la luz no llega y no llegará jamás.

Te sientes acorralado, quieres huir. La parte lógica de tu mente trata de decirte lo tonto que te ves actuando de esa manera. Te reta a que enciendas la luz y veas que no hay nadie ahí. Pero no puedes, no eres capaz. Ya no hay lógica que valga cuando estás muerto de miedo. Y en medio de todo eso, están esos malditos golpes.

Toc... Toc... Toc.

Dejas escapar una risa nerviosa. Te imaginas abriendo la puerta y no encontrar nada, solo oscuridad. Pero al darte vuela, te encuentras con una mujer pequeña y encorvada, con cabellos largos y gruesos cubriendo su rostro, haciendo unos extraños sonidos guturales. Ambos se miran por unos instantes, hasta que súbitamente la mujer se lanza hacia ti. Llevándote a una horrible muerte, sin darte tiempo de gritar al menos.

Te ríes con mayor fuerza al imaginar tan absurda escena, sacada de alguna película barata de terror.

Toc... Toc... Toc.

Los golpes interrumpen tu risa, devolviendote a la realidad. Te acurrucas más en tu cama, mirando directamente hacia la puerta. Estás en el límite de la locura y el miedo tiene total control sobre tí.

Estás tan aterrado que no sientes que el ruido no proviene de la puerta, si no debajo de tu cama.

Tampoco te percatas una larga y huesuda mano acercándose a tí, mientras te distrae con el ruido, esperando al último golpe para tomarte.

No notas que la pausa entre los golpes es cada vez más grande y que pronto acabará.

Toc... Toc..... Toc....... Toc.......

El devorador de sueños

Terror/Sobrenatural.

Lo veo cada noche al dormir, vigilándome a lo lejos. Esperando el momento adecuado para atacar. Mis amigos también lo han visto, lo llamamos “el devorador de sueños”.

Viene a por ti por las noches, se cuela en tus sueños y si dejas que te atrape, nunca despertarás. Carlos fue el primero en encontrárselo mientras cabalgaba en los campos verdes de su mundo onírico. Lo seguía con la forma de un lobo. Su pelaje era tan negro como la oscuridad misma, y sus fauces abiertas eran un abismo que iba directo hacía las tinieblas. O así fue como él lo describió.

María dijo algo distinto. Ella se encontraba en un bosque, sintiendo que una gran mancha negra la seguía, devorando los árboles a su paso. Aceleraba el paso cuando María lo hacía y se detenía cuando ella lo hacía, como un juego, solo que cada vez se acercaba más y más.

Mi sueño era muy diferente. Me encontraba en en un maizal y “el devorador de sueños” era un espantapájaros. Su cuerpo clavado en el suelo daba una sensación de seguridad, sabiendo que no podía moverse de su sitio. Pero aún así lo hacía. Lo veías lejos, pero luego te lo encontrabas de frente. Su cuerpo de paja cubierto por una vieja y gastada camisa, se elevaba por encima del maíz. No tenía rostro, su cabeza solo era un simple pedazo de tela roída y sucia rellena con paja. El palo que formaba parte de su cuerpo estaba encorvado, como si tratara de mirar hacia abajo. Varios cuervos se posaban en los brazos extendidos y me miraban con sus ojos brillantes, como perlas negras.

Traté de huir, pero el maizal era como un laberinto infinito, no podía encontrar la salida. Corrí con todas mis fuerzas. Miraba hacia atrás y veía como aquel espantapájaros se mantenía en sus sitio, diciéndome que no importaba lo mucho que corriera, no iría a ningún lado. Asustado, seguí huyendo hasta encontrarme con él de frente.

Desperté justo antes de que cayera sobre mi. Les dije a mis padres lo que había ocurrido, trataron de tranquilizarme diciendo que solo era una pesadilla, nada más. Pero no era cierto, no era simplemente un mal sueño. Era mucho más.

Al salir de casa me encontré con los espantapájaros de la granja donde vivía. Solitarios en los campos, a merced del viento y la lluvia. Los miraba y sentía que ellos también hacían lo mismo. Girando como girasoles para verme mejor, vigilando mis movimientos. Era como si el sueño se hubiera vuelto realidad.

Ese día supe que Carlos había muerto, un lobo lo había atacado. Y María había desaparecido sin dejar rastro. Entró en el bosque y no se supo nada más de ella. “EL devorador de sueños” se los había llevado. 

Todos estábamos asustados. Nunca le habíamos tenido tanto miedo a la noche y mucho menos a dormir. Él vendría por nosotros, uno a uno. sólo que no sabíamos quien sería el siguiente.

Cuando volví a casa noté que no estaban los espantapájaros. Los habían quitado o ellos mismos se habían ido. El sol empezaba a caer y los últimos rayos iluminaban el cielo con un tono rojizo. Un escalofrío recorrió mi espalda como un mal presentimiento y empecé a caminar más rápido. Mi casa quedaba bastante lejos y sabía que llegaría bien entrada la noche.

Tenía la sensación de que alguien me seguía. Divisé mi casa y empecé a correr, pero me detuve al encontrarme con uno de los espantapájaros obstruyendo mi camino.

A pesar de no tener ojos, me miraba fijamente. Me di la vuelta para huir, pero otro de los espantapájaros bloqueaba mi vía de escape. Desesperado, me adentré en el maizal y corrí sin rumbo, perdiéndome.

Era “el devorador de sueños”, no tenía sentido que apareciese en la vida real. Se suponía que si te atrapaba en tus sueños nunca despertarías. Pero aquí estaba, huyendo de él en la realidad.

Ya era de noche y no podía ver nada. Me guiaba usando las manos, esperando dejar de sentir hojas y tallos, así sabría que había salido del campo. Apartaba desesperado las plantas, sintiendo que nunca saldría de ahí. Entré en pánico y empecé a gritar, pidiendo ayuda. Hasta que de repente sentí largo y delgado con la rugosidad de la madera. Trozos raídos de tela se movían con el viento y me rozaban el rostro. Di unos pasos atrás, pero no pude moverme más de ahí, mis piernas no respondían. Lentamente miré hacia arriba y logre verlo a pesar que todo estaba en total oscuridad. Era justo como el sueño, su rostro sin facciones me observaba, y sentí como un depredador mira a su presa. No pude apartar la mirada de él mientras se abalanzaba sobre mi.


Lo último logré escuchar fueron los graznidos descontrolados de los cuervos.

Cuervo negro

El bar de las ilusiones

   Cada noche a la misma hora, abre aquel misterioso bar tan popular de la ciudad. Suelo salir muy tarde del trabajo, y para volver a casa d...